Sobreivviente del incendio en el Hogar Seguro en Guatemala en marzo de 2017. Foto: Jovanna García

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Las 15 niñas sobrevivientes del Hogar seguro ya son adultas

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Hace 4 años 56 niñas fueron quemadas bajo el abrigo y protección del Estado. 15 de ellas sobrevivieron teniendo heridas graves, tanto físicas como internas. Hoy esas niñas ya son adultas y han creado distintos proyectos de vida.


Tal vez un duelo se elabora cuando se acepta

que vamos a cambiar a causa de la pérdida sufrida, 

probablemente para siempre.

 Judith Butler

—Sinceramente, yo quisiera que me dijeran: mira voy a procesar a la que no te abrió la puerta y a la coordinadora del hogar, eso quiero llegar a saber—, dice Kimberly con la voz quebrada. Ella es una de las 15 sobrevivientes del incendio ocurrido el 8 de marzo de 2017 en el módulo de adolescentes del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, el hogar público de Guatemala. En este trágico incidente murieron 41 niñas a causa del fuego, todas entre 13 y 17 años de edad. 

Las sobrevivientes curaron sus heridas físicas en diferentes hospitales nacionales y extranjeros y volvieron a enfrentarse a la vida. Sus otras heridas, las emocionales, más difíciles de tratar, quedaron abiertas, en algunos casos más que en otros. Estas jóvenes, en su gran mayoría con crudas situaciones de violencia en sus infancias, que les habían llevado a ser trasladadas a un hogar de protección del Estado, deben lidiar con sus heridas emocionales y al mismo tiempo seguir enfrentándose a sus vidas de mujeres recién llegadas a la edad adulta. Para ello, el Estado les proveyó de una pensión equivalente a un salario mínimo, aunque obligándolas a un engorroso proceso, que pasa por trasladarse al Congreso de la República a firmar y detallar cada uno de sus gastos para acceder al dinero, mientras que la iniciativa de ley propuesta para su dignificación aún no ha sido aprobada.

Al día de hoy, 10 de las 15 sobrevivientes, todas menores de 22 años, ya son madres. Una de ellas, es Kimberly. 

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Kimberly, sobreviviente del Hogar Seguro, se define como una chica alegre y simpática. Quiere que le conozcan por todo lo bueno que tiene y no por lo que otras personas puedan contar. Foto: Jvanna García.

Kimberly: no tengo miedo

Empecé a buscar a Kimberly en febrero. En 2019, la organización internacional Catholic Relief Services contactó a esta sobreviviente, quien entonces tenía 17 años, para que formara parte de un programa de líderes juveniles y representara a Guatemala en congresos internacionales para tratar temas de niñez y adolescencia. Iba a entrar a una serie de capacitaciones y charlas, pero la pandemia estropeó ese proceso. Varias personas con quienes contacté para escribir este reportaje me habían hablado de ella y definido como una joven auténtica.

Kimberly en la actualidad tiene 19 años y vive en Huehuetenango, de donde es originaria. Intenté contactarme con ella a través de diferentes organizaciones que han seguido su proceso, pero el acceso a hablar con alguna de las quince sobrevivientes es muy limitado. Las organizaciones las protegen incluso por encima de sus propios deseos. Así sucedió con Kimberly. 

En junio, después de muchos intentos, obtuve su número de celular, me fui a Huehuetenango y le escribí un mensaje. Observando a gente que caminaba tranquila en esta ciudad del altiplano del país, a 230 kilómetros y cinco horas de Ciudad de Guatemala, recibí un mensaje de Kimberly. Le conté que estaba en Huehuetenango y de inmediato me llamó. Le expliqué el motivo de la entrevista y me dijo: “bueno, pero yo solo puedo ahorita, después voy a estar ocupada”. 

Me citó en una gasolinera del centro. Agarré una libreta pequeña, mi cámara y mi billetera, y salí a reunirme con ella y su esposo. Allí estaban ambos esperándome en su vehículo y, mientras sonaba en la radio No me pidas perdón, del grupo mexicano Banda Sinaloense MS y Sergio Lizárraga, les conocí. Después de saludarnos y preguntarnos cómo estábamos, dimos un par de vueltas en el tráfico hasta que llegamos a un café. Un bonito café. Kimberly y su esposo me invitaron a un batido y ellos se pidieron un café, en el lugar había niños jugando y familias comiendo.

Kimberly se define como una chica alegre y simpática. Le gusta ser quien es, física y personalmente, quiere que la conozcan por todo lo bueno que tiene y no por lo que otras personas puedan contar. Es tímida pero, cuando entra en confianza, toda esa reserva desaparece. Cuenta lo mucho que disfruta pasar tiempo con su hija de 5 meses y su esposo. Cuando están acostados los tres juntos es muy feliz y nada se compara con los sonidos de su bebé cuando platican, aunque realmente no diga palabras. Esos sonidos son algo emocionante para sus oídos.

Estudia bachillerato en computación en un colegio privado de Huehuetenango, en modalidad virtual debido a la pandemia. Es una de las ocho sobrevivientes que actualmente estudia, según la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia (SBS), la institución a cargo de los hogares estatales. Después de cerrar el diversificado, quiere estudiar en la universidad. 

—A mí me gustaría ser una gran psicóloga. Ese deseo está basado en lo que me pasó. Cuando yo estaba en el Hogar, las que eran nuestras psicólogas realmente no lo eran. Entonces, eso me hace querer ayudar a las niñas que están en los hogares a, no sé, darles ánimo para que sigan adelante, o para que no echen su vida para atrás. Que sigan y que vean todo lo que tienen a futuro. 

Kimberly encuentra en sí misma la motivación. 

—Yo quiero ser autosuficiente, salir adelante por mí misma—, me decía mientras me veía fijamente en el café donde me encontré con ella. Me contó también lo mucho que la apoya su esposo. Cuenta que cuando salió con la idea de la psicología, su familia le decía que esa carrera no traía futuro, pero su esposo la impulsa a que estudie, a que haga lo que a ella le gusta y no lo que otros digan. Aunque hubo quienes pensaron que al casarse y tener una hija dejaría sus estudios, no fue así. Me cuenta que quiere darle un buen ejemplo a su hija. 

Kimberly fue institucionalizada “por fuga y rebeldía”. Ese fue el criterio por el que la Secretaría de Bienestar Social la envió al Hogar Seguro Virgen de la Asunción, donde debía tener “abrigo y protección”. Su madre, según explica, tomó la decisión de institucionalizar porque pensó que su relación mejoraría y recibiría muchos beneficios: educación, atención psicológica, acceso a servicios de salud, entre otras atenciones. Pero no fue así. La realidad dentro del Hogar era catastrófica. 

«A mí me gustaría ser una gran psicóloga. Ese deseo está basado en lo que me pasó», Kimberly, sobreviviente del incendio en el Hogar Seguro.


Las condiciones que les llevaron a escaparse del hogar

—Supuestamente, desembolsan miles de quetzales cuando entras al Hogar. ¿Dónde estaban los miles de quetzales? ¿De qué te ayudaban?—, desde el café de Huehuetenango, Kimberly se pregunta por las condiciones en las que allí vivió—. A veces no te daban pasta de dientes porque decían que te ibas a drogar, ¿cómo te ibas a drogar con pasta de dientes? ¡Qué estupidez! Te quitaban todo lo que llevabas, no podías ingresar nada porque le podías hacer punta y podías hacerles daño a las niñas. ¿Cómo le ibas hacer punta? A veces no te daban ni privacidad, no teníamos ni agua caliente, no teníamos bañador, nos teníamos que bañar en la pila en la madrugada. ¿Por qué nos levantaban a las cinco o a las tres de la mañana? ¿Para qué?—, expresa con enojo al recordar cómo fue vivir en el Hogar.

Me cuenta que dormían en colchones que ponían en el piso, no en camas. Que no le dejaban dormir con una amiga porque decían que podía tener relaciones sexuales con ella. Que quienes debían cuidarlas las amenazaban con “si no te portas bien, vas a parar en Gorriones -una cárcel para mujeres jóvenes que han cometido delitos-”. Que pensó que ahí desayunaría, pero que le daban un atol y un pan del tamaño de su meñique para “desayunar”. Que, por hambre, a veces varias niñas comían papel higiénico. Que, en lugar de darles educación o talleres, a algunas las ponían a limpiar los baños de los hombres.

Todo esto les llevó, el 7 de marzo de 2017, a escapar del hogar y, después de ser atrapadas por la Policía Nacional Civil, a ser encerradas y posteriormente ser encerradas entre el humo y gases tóxicos de un incendio. Estos hechos están narrados en informes de Naciones Unidas, en reportajes, pero encontré una fuente de primera mano de otra de las sobrevivientes, los videos de Cinthia Morales en su Tik Tok. 

@cynthia_morales7

No me juzguen 😒🥺

♬ sonido original – Cynthia Alfaro
@cynthia_morales7

Responder a @la_chabe7

♬ sonido original – Cynthia Alfaro

Cynthia, la sobreviviente que cuenta lo que vivió en Tik Tok

Cynthia tiene 19 años y también se convirtió en madre este año. Intenté contactar con ella desde febrero pero acababa de tener a su hijo y no fue posible. Sin embargo, para mi sorpresa, Cynthia es Tiktoker y en su cuenta se pueden observar videos en donde muestra a su bebé, habla de sus emprendimientos, de la autoestima que ha ido construyendo y cuenta de su maternidad, pero también narra situaciones duras de su vida.

En uno de sus videos muestra las cicatrices de las quemaduras en la espalda que le quedaron después del incendio y cuenta lo que pasó el día del incendio. Cuenta que todo empezó el 7 de marzo, que ante los maltratos “hicieron un relajo” exigiendo sus derechos e intentaron fugarse. Sus razones fueron la comida llena de gusanos, que no tenía visitas permitidas y que allí fue violada sexualmente. Detalla que después de intentar escapar, la policía del lugar las golpeó y las llevaron, a las 56, a una de las aulas. Con colchones con “chayes” -pedazos de vidrios-, fueron encerradas y el 8 de marzo, después de horas de desesperación, decidieron quemar un colchón para provocar que les abrieran la puerta, pero la policía no lo hizo. Cuenta que se burlaron de ellas y las dejaron encerradas hasta que todos los colchones se quemaron. En uno de sus videos explica que fue víctima de violencia sexual a los 13 años por parte de dos hombres y que perdió a su padre a los 8. Cynthia a pesar de todo, expresa que ya perdonó a quienes estuvieron involucrados en el incendio.

@cynthia_morales7

Soy sobreviviente del hogar que se incendio en Guatemala 🇬🇹 apoyame

♬ The Magic Bomb (Questions I Get Asked) [Extended Mix] – Hoàng Read


Melany, a mí lo del Hogar no me define

Todos los meses, para recibir su pensión, Melany*, cuyo nombre ha sido cambiado por motivos de seguridad, se desplaza a media noche a la estación de autobuses de Puerto Barrios, Izabal, en la costa caribeña de Guatemala, y toma un bus de la línea Litegua a la zona 1 de la Ciudad Capital. Después de aproximadamente 300 km y cuatro horas de camino, Melany llega a Ciudad de Guatemala antes de que despunte el amanecer. Al bajarse del autobús se queda esperando en una banca en la estación cuatro horas más, pues el Congreso abre a las 8:00 am. Firma, le depositan y, de inmediato, regresa a la estación de autobuses y toma uno de regreso a Puerto Barrios.

Las sobrevivientes deben recibir una pensión vitalicia por parte del Estado de Q5,000 durante los primeros tres años y de un salario mínimo mensual -que según el Ministerio de Trabajo, hoy es de Q3,075.10- a partir del cuarto año. Deben acudir al Congreso de la República a firmar de recibido su dinero. Les depositan en una cuenta, pero la firma es indispensable para que el Congreso verifique que ellas lo están recibiendo. Además, cada cuatro meses, deben entregar un informe detallado de sus gastos con facturas y comprobantes.

El dinero que las sobrevivientes reciben no es fiscalizado o controlado realmente, pero pareciera que sí. Todas deben detallar sus gastos y adjuntar facturas. Como si fuera un trabajo donde hay que hacer liquidaciones con facturas de gastos operativos para que los reembolsen, y no como una pensión que el Estado les otorgó a las sobrevivientes de una catástrofe, en la que 15 niñas quedaron con heridas graves y traumas profundos. 

Melany, quien fue contactada por teléfono, me contó que la actual Secretaría de Bienestar Social (SBS) la ha ayudado en ocasiones a movilizarse por Ciudad de Guatemala, pues casi no la conoce. Pero, el apoyo más significativo, explica, es el acompañamiento con la organización de sus finanzas. 

Estuardo del Águila, encargado de la pensión vitalicia de la actual administración de esa secretaría, detalla que ese es uno de los compromisos de la SBS. Acompañar en lo que puedan. Dice que no es que le quieran decir a las sobrevivientes cómo o en qué utilizar su dinero, sino que les explican cómo hacer un presupuesto, priorizar gastos importantes para ellas y, sobre todo, el hábito de ahorrar.

Melany, al igual que Kimberly, tiene 19 años. Los cumplió en mayo.

Luego de la desgracia del 8 de marzo de 2017 en el Hogar Virgen de la Asunción, varias niñas y niños que estaban institucionalizados allí volvieron con sus familiares, otras se quedaron en residencias de la SBS y otras llegaron a hogares privados. Esa fue la situación de Melany, quien vivió bajo la protección de la Asociación Alianza por un tiempo para después regresar a Puerto Barrios, Izabal, de donde ella es originaria. 

A través de llamadas y mensajes, pude ponerme de acuerdo con ella para conversar. Mi intención era poder juntarme para platicar, pero me contó que al vivir en Izabal le sería muy complicado. Me explicó, además, que se encuentra estudiando su último año de bachillerato, y prefería que habláramos por llamada. Platicamos una tarde de abril. La condición era, según me indicó Carolina Escobar Sarti, directora de La Alianza, no hablar de lo que sucedió en el Hogar. Así que logré tener una llamada con ella una tarde de mayo.

A Melany le encanta la música, en especial el reggae. Está enamorada de “su bebé” Rayli, un perro de la raza american bully. Su película favorita es Coraline y está orgullosa de sí misma porque tiene la capacidad de lograr lo que se propone. Cuando hablé con ella me contó que vivía en casa de su novio y suegra. En junio, tomó la decisión de vivir sola. Ha estado explorando eso poco después de cumplir 19 años.

Una de sus metas es estudiar Agronomía en la universidad el próximo año. Le gustaría obtener una beca en otro país y cumplir ese sueño, piensa que eso tendría un impacto positivo en su vida. Pero, si eso no es posible, le gustaría hacerlo en Ciudad de Guatemala, en la Universidad de San Carlos. “Esa no es una carrera muy común, pero a mí sí me interesa, creo que me costó decidirlo, pero ese es el plan para el otro año”, me cuenta.

Relata que también ha recibido atención psicológica profesional, pero considera que, a este punto de su vida, no lo necesita más. “A mí lo del Hogar no me define para nada, es algo que ya pasó”, dice muy segura de sí. Cambiar la página para ella ha sido muy importante y rechaza a quienes intentan acercarse a ella para hablar de ese tema, pues ya pasó y ella ha trabajado por construirse una vida tranquila, lejos de eso.

Melany es una de las cinco sobrevivientes que no es madre. A sus 19 años, no desea serlo. Piensa que no está lista y que una niña, no puede cuidar a otra niña. Pero su caso es aislado entre las sobrevivientes, solo 4 de ellas no han sido madres tras la tragedia del Hogar.

Aniversario en el Hogar Seguro
Una familiar de una de las niñas fallecidas en el incendio del Hogar Seguro en 2017 llora al mirar su imagen el día del aniversario de su fallecimiento. (Foto: Oliver de Ros)

Yesenia y Elba, dos sobrevivientes y lo que sus madres saben de ellas

Desde el 8 de marzo de 2017, cada nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer en Guatemala se realizan acciones porque “Nos Duelen 56”. Este ocho de marzo, aún con la pandemia, cientos de mujeres salieron a las calles. Mientras algunas estaban en las afueras del lugar que fue el Hogar, acompañando el homenaje, otras estaban en la Plaza de las Niñas para realizar una ceremonia maya en memoria de las 41. En el Club Guatemala se tenía programado un acto de conmemoración con diputados, madres de las víctimas, sobrevivientes y activistas, 

En esta reunión conocí a Amalia y María Magdalena, madres de dos de las quince sobrevivientes. María Magdalena estaba sentada con otras madres bebiendo fresco de rosa de Jamaica. Ella es madre de Yesenia. Me acerqué y, con pena, me presenté. 

Me contó de inmediato, con un suspiro, que ella no es la madre natural de Yesenia, que la acogió cuando tenía tres años. Aunque no era su hija biológica la quería con “toda el alma”. Cuenta que en la adolescencia la relación se volvió complicada. Desde los 14 años el Estado se la quitó por razones que prefiere no mencionar, pero a partir del suceso del Hogar, la relación ha sido aún más difícil. 

Yesenia sufrió heridas graves en el incendio del 8 de marzo de 2017 y fue trasladada a Boston, Estados Unidos, para ser atendida por médicos especialistas. Aunque la atendieron físicamente, el impacto psicológico aún es grave, así lo cuenta su madre. Yesenia no vive en su casa y sus padres casi no saben de ella. 

—A veces le pregunto a mi esposo si puede revisar si Yesenia está conectada en Facebook. Ahorita intenté contactarme con ella para explicarle que seño Mayra, de 8 Tijax, quería hablarle para invitarla a las actividades del 8 de marzo. Mayra logró hablarle, pero no vino—, dice María con tristeza en sus ojos. 

María Magdalena cuenta que a veces Yesenia llama de madrugada o llega a su casa estando borracha. Son muchas las preguntas y reclamos alrededor de su origen y familia biológica. Su madre le dice que llegue para poder hablar “estando buena”, porque ella “con bolos no puede hablar”. Quince días antes del ocho de marzo de este año hablaron tranquilas y Yesenia le contó que se casó y que está viviendo con su esposo. María Magdalena le dijo: “a ver cuándo conozco a mi yerno, entonces”, pero dice que Yesenia le respondió que esperara sentada.

Hay un reclamo constante de Yesenia, siempre lo tiene en la boca cuando habla con su madre, es la exigencia de saber quién es su verdadera mamá. Una petición que se volvió más fuerte después del incendio. 

—Yo le digo que no me recuerdo, y es la verdad. Su mamá me la entregó cuando tenía apenas tres años y yo no me recuerdo. La última vez fue en octubre de 2020 a las cuatro de la mañana, pero ella está peleando—, explica.

Aunque María Magdalena no entiende muy bien lo que pasa por la mente de su hija, espera que esté bien y que, en algún momento, puedan llevarse bien. Le pedí su contacto para intentar comunicarme después y que me contactara con Yesenia, pero tampoco quiso hablar.

Amalia, por su parte, es una mujer tímida y seria. Mientras el personal del Club Guatemala servía un almuerzo el ocho de marzo, me acerqué a ella. Me presenté y le pregunté si podíamos conversar un poco. “¿Cuál es la razón de querer hablarme?”, me preguntó. Le dije que quería saber cómo estaba su hija. Vio para abajo y me dijo que “bien” y que me podía “contar de una vez”. Me senté un momento en su mesa y me habló de Elba.

Elba es la única sobreviviente que aún está institucionalizada en un hogar. El Refugio de la Niñez es el hogar abrigante. Ella cumplió 18 años en abril de 2021, lo que quiere decir que ya es mayor de edad y puede salir del hogar. Ha vivido allí con su hijo, que cumplirá un año el 2 de noviembre, según cuenta su madre, quien prefirió no hablar de cómo su hija se convirtió en mamá también. Pero dijo que sí podía contar que Elba tiene muchas ganas de salir del Hogar. 

La pensión que le corresponde como sobreviviente se ha ido ahorrando, pues al estar institucionalizada no debe gastar en nada. El Estado debe garantizarle todo lo que necesita. Eso le permite pensar en lo que quiere hacer con el dinero al salir de allí. 

—Me contó, hace poco que hablamos por teléfono, que quiere recibir su pensión e irse a rentar un cuarto para vivir con mi nieto. Yo le digo que está bien, que lo haga y que use ese dinero bien para ella y su hijo. Al final es una pensión que es para ella, que le deben y por eso yo también siempre estoy pendiente—, explicó Amalia.

A Amalia le asusta que la salida de Elba de la residencia signifique la estancia del bebé en la institución, pero la SBS afirma que esto no sucede normalmente. Más bien comentan que el objetivo es darle herramientas para que ella esté bien, acompañamiento psicológico, educación financiera, y cualquier apoyo que esté bajo sus posibilidades y no separarle de su hijo.

Manifestación día internacional de la mujer
Unas niñas prenden velas en la Plaza de las Niñas durante un acto conmemorativo por las víctimas del hogar seguro en el Día Internacional de la Mujer. (Foto: Oliver de Ros)

Diez de las niñas sobrevivientes ya son madres 

Elba, Kimberly, Cynthia y otras siete, ya son madres. Todas tienen entre 18 y 22 años. Hablé de esta situación con Gabriela Monroy, una psicóloga que acompañó en distintos momentos a algunas de las 15 sobrevivientes y que trabajó en La Alianza dando acompañamiento a niñez y adolescencia. Monroy explica que la condición de sobrevivientes ha generado una identidad en las quince, pero que la maternidad es multicausal. 

Gabriela Monroy analiza que, además de ser sobrevivientes y ser identificadas por ello, son mujeres, guatemaltecas, y han atravesado desde antes una gran cantidad de violencia, eso hace que no escapen de la configuración social de familia tradicional y la figura materna, aun cuando no la hayan tenido. 

—Lo que pude identificar en común de estas chicas es que hubo ausencia de la presencia materna y ahí hay una búsqueda de esa figura materna. Lo que nosotros vemos desde la distancia y el privilegio como una limitación, en el sentido de que un hijo complicaría sus historias de vida; para ellas es simplemente la oportunidad de tener eso que no tuvieron a través de su propia experiencia. 

El rol de mamá limpia socialmente a las mujeres del estigma y las reivindica, cuenta Monroy.

—A partir convertirse en mamás, de alguna manera, tienen acceso a esa mamá que no tuvieron—. Monroy apunta a que, al querer tener la experiencia de ser mamás, ellas acceden a esa información genética emocional que, de alguna manera, también las conecta con sus mamás ausentes. Convertirse en mamás las hace tener cerca a sus mamás. 

Preguntada por el caso de Melany, quien no quiere ser madre, la psicóloga explica que esto tiene que ver con que su contexto fue otro. Tuvo la ausencia de su madre pero no se enfrentó a situaciones violentas tan crudas como las demás niñas, además tuvo otras figuras maternas y de cuidado. Las otras cuatro sobrevivientes que no son madres se han enfrentado a otras situaciones, la psicóloga explica que a algunas les ha tocado cuidar a sus hermanos, ello las ha convertido en madres prematuras. 

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Madres del colectivo 8 Tijax en una ceremonia maya por la memoria de las 41 fallecidas y las 15 sobrevivientes en la Plaza de las Niñas, el 8 de marzo de 2021. (Foto: Jovanna García
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La ley que debería dignificarlas está atascada en el Congreso

En la misma reunión en el Club Guatemala en la que conocí a las madres de Elba y Yesenia se presentó la iniciativa de Ley 5865, una reforma al decreto 16-2018, y parte del compromiso del Estado en resarcir a las familias de las víctimas y a las sobrevivientes del Hogar Seguro.  

El diputado Edgar Batres, de la bancada Winaq, quien fue el anfitrión del evento, habló de esta iniciativa. Explicó que establecen convenios con Intecap para capacitación de las sobrevivientes, con el Ministerio de Educación para becas, con el Ministerio de Desarrollo para otorgarles viviendas. También de cambios en el decreto que harían que las jóvenes no tengan que pasar por revictimización cada vez que van a firmar la recepción de su pensión cada mes, de convenios con el Ministerio de Trabajo para empleos dignos y que se rectifiquen los nombres de 8 de las sobrevivientes que están mal registrados en el Congreso, una de las razones por las que esas ocho han tenido problemas para recibir su pensión.  

Pero, hasta ahora, según contó, la iniciativa de Ley que dignificaría la vida de las sobrevivientes, sigue en espera de lectura con los jefes de bloque del Congreso y está en tres comisiones: finanzas, derechos humanos y de familia.

—Es como que nos recompensan a nosotras, pero ¿y el trauma? Tuve una psicóloga que me ayudó bastante, pero luego me pusieron una psiquiatra que hasta me medicaba, y todas esas cosas no son justas—, expresa Kimberly.

En medio de recuerdos dolorosos, Kimberly dice: 

—Yo sí quiero justicia y no tengo miedo. Me gustaría poder ver a la cara a la policía que cerró la puerta. Porque, por culpa de ella, murieron un montón de niñas. Di gracias a que había una cámara que funcionaba porque en la cámara bien decía: ¡que se mueran esas hijas de la gran puta! ¿Qué le habíamos hecho?—, se pregunta Kimberly con la certeza de que ella y sus compañeras no le habían hecho nada como para no abrirles la puerta durante nueve minutos y dejar que se quemaran. 

—¿Y dónde está la justicia?—, me decía.

Aquí la plática se cortó. Kimberly con mucho enojo y en medio de lágrimas, dejó de hablar. Su esposo la abrazó y me pidió que parara la grabación. En ese momento pudo beber un poco del café que había pedido 40 minutos antes.

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Presentación de iniciativa de ley que pretende dignificar a las sobrevivientes del incendio del HSVG el 8 de marzo de 2021 en el Club Guatemala. De derecha a izquierda, la activista Ada Valenzuela, Vianney de la colectiva 8 Tijax (madre de una fallecida), el diputado Edgar Batres de la bancada Winaq, y la madre de Yemmy Ramírez (una de las 41). (Foto: Jovanna García)

El caso legal y quiénes lo orbitan

El caso legal es llevado por varias organizaciones y entidades gubernamentales: Mujeres Transformando el Mundo -MTM-, la Fundación Sobrevivientes, Asociación AMOR, el Bufete de Derechos Humanos, la Procuraduría General de la Nación y el Ministerio Público.

Tanto las sobrevivientes, como las familias de las víctimas han tenido problemas para obtener información y acompañamiento para entender el engorroso proceso legal. Así lo explica Esteban Celada de la organización Mujeres Transformando el Mundo (MTM), quien es uno de los abogados que representa a algunas de las familias del caso que engloba tanto a víctimas fallecidas como a sobrevivientes 

—Esos son los principales reclamos que hay de las familias para algunas organizaciones. En MTM llevamos el caso con 4 familias y como organización además del apoyo legal y que llevamos el caso general, también damos el acompañamiento. Sí estamos en constante comunicación. No puedo asegurar que todos los litigios de MTM son así, pero los que he acompañado sí. Al final no es el caso de la organización, no es del abogado, si no de las víctimas, el eje central en todo momento son las víctimas. 

Kimberly desea saber qué pasa con el caso legal del Hogar, cuándo será la próxima audiencia, quién la representa y cómo se puede involucrar; pero nadie la contacta. Tampoco sabe dónde preguntar.

—Mayra, de 8 Tijax -un colectivo conformado por familiares de las víctimas y sobrevivientes de la tragedia junto a defensoras de derechos humanos- es la única que me cuenta. Me contó, por ejemplo, que en una audiencia a las madres les hicieron quitarse las blusas con un emblema por las 56 y que no las dejaban entrar al juzgado. Si no fuera por ella, no sabría nada. Absolutamente nada—, dice Kimberly.

Al preguntarle qué piensa del activismo que se hace para pedir justicia por lo que pasó en el Hogar, Kimberly dice que lo agradece y le parece bien si quienes lo hacen, lo hacen de buen corazón. Dice que aunque pensarlo es volver a recordar lo que pasó, sentir el acuerpamiento y apoyo, la hace sentir bien.

Pero también cuenta que siente rechazo por quienes considera que quieren conseguir “fama”, hablando del tema. Después del hogar hubo varias personas que quisieron contactar con varias de nosotras solo por el tema. Como que iban a ganar un buen dinero por eso, me dijo, reconociendo que siente que ninguna organización la ha apoyado de verdad durante este tiempo.

Justo después de ese 8 de marzo recuerda que el Ministerio Público la apoyó. 

—Cuando me trasladaron del Hogar al hospital Roosevelt, cuando estuve internada, el fiscal del Ministerio Público fue un amor conmigo. Él se encargó de que del hospital me entregaran con mi familia, no que me llevaran a otro hogar. Él me venía a traer hasta acá, abogaba por mí. Él trabajó para conseguir la pensión. Cuando salió del MP, me dijo que su trabajo estaba hecho hasta ese punto. Recuerdo que me dijo que estaba contento y que, aunque no era mucho, ni me iban a devolver lo que me quitaron, la pensión es algo que me iba a ayudar. 

Asimismo, una organización canadiense de la que no recuerda el nombre, la ha apoyado en ocasiones, hablaron con ella de lo que sucedió y hace unos meses la apoyaron económicamente. Pero, por otros lados, nada.

Kimberly no entiende cómo, con toda la información de sus testimonios, y todo lo que ellas vieron, aún no hay una sentencia.

—¿Por qué no los procesan?, ¿qué es lo que están esperando?, ¿qué pruebas quieren? O, ¿qué más necesitan saber?. Incluso creo que nuestras declaraciones las tienen escritas. ¿Qué más esperan? expresa Kimberly enojada por la demora de la sentencia.

Por su parte, Melany dice: 

—No confío y no creo en esa justicia—. Yo le conté a Melany lo que sabía del caso legal, y se me limitó a decir que, si hay gente que está trabajando por justicia, que hagan lo que tengan que hacer, pero que ella no espera nada. Al igual que Kimberly, a Melany nadie la contacta para contarle cómo va el caso y ella en este momento, no tiene interés. Dice que a ella no le define lo que le sucedió en el Hogar.

Legalmente ante la justicia en Guatemala, por la cantidad de sindicados, el caso está dividido en tres grupos. El caso es el mismo para sobrevivientes y familias de las fallecidas.


En lugar de avances a favor de las víctimas y sobrevivientes, las audiencias que se han dado han beneficiado a los sindicados, explicó también Celada en junio. Pues actualmente el 85% de ellos están en libertad con medidas sustitutivas.

—Aunque se está en discusión si esa resolución se confirma o no, los juzgados solo para eso han señalado audiencias. Llama la atención que para eso sí pueden hacer tiempo en las agendas, pero, por ejemplo, para escuchar a las niñas que no han declarado, no hay manera que señalen audiencia—, explica Celada.

Para entonces, el único avance era que uno de los grupos ya cuenta con juez titular: Mayra Lorena de León García. Hasta septiembre, cuando fue terminado este reportaje, los últimos avances en el caso era la definición del inicio de juicio contra el primer grupo de sindicados. El Tribunal Séptimo de Sentencia Penal, indicó que el 22 de marzo iniciará el juicio contra el exsecretario de la SBS, Carlos Rodas; la exsubsecretaria de la SBS, Anahí Keller Zabala y el exdirector del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, Santos Torres.

—No sé qué pruebas quieren de que murieron quemadas las 41 niñas. Incluso, nos llevaron a nosotras, las que estábamos más o menos, para que tratáramos de reconocer a las niñas que estaban muertas. No pudimos reconocerlas, obviamente, porque estaban quemadísimas, a medias, sin nada ya. No tenían ninguna parte de su cuerpo ¿cómo querían que las reconociéramos?—, contaba con la voz quebrada Kimberly durante la entrevista realizada en Huehuetenango.

Aniversario en el Hogar Seguro
Unas niñas descansan junto a unos retratos de las víctimas del hogar seguro durante un acto conmemorativo. (Foto: Oliver de Ros)

Dos de las sobrevivientes están desaparecidas 

Eva Rosario desapareció, según las autoridades, en octubre de 2019 en Santa Cruz del Quiché. Este año cumplió los 18 años y tiene activa una Alerta Amber, en México, que es la alerta de desaparición equivalente a la alerta Alba Keneth en Guatemala. La única información estatal que se tiene es esa, no hay más. Una nota de la periodista Mariela Castañón, explica que la razón por la que estaba en el sistema de abrigo y protección de la SBS, era porque sufría maltrato, venía “de una familia disfuncional” y fue víctima de trata. Eva Rosario tenía 14 años cuando sobrevivió a la tragedia del Hogar, y junto a otras sobrevivientes fue acogida en el Refugio de la Niñez.

En agosto de 2017 un juez de paz le asignó “un recurso familiar idóneo”, lo que significa que se podría instalar con familiares que podían acogerla. En septiembre desapareció. Apenas había cumplido en mayo 15 años, y desde entonces se han activado tres alertas Alba Keneth por su desaparición. Dos después que desapareció en 2018 de dos hogares del Estado, y la tercera cuando desapareció por última vez. 

Intenté conversar con su tío Martín para poder encontrarme con él en Quiché, pero fue imposible. Después de quedar en una fecha para poder llegar, Martín no me contestó y así la posibilidad de encontrar más información sobre Eva se esfumó. Lo único que pude saber a través de Stef Arreaga de la colectiva 8 Tijax, es que está bien. 

—Ella no tiene interés en saber nada. Nada del Estado, nada de Guatemala, nada del Hogar. Lo último que supe a través de un conocido de ella, es que está bien en México. Conoció a alguien y está bien. Hay que recordar que el Estado a veces no llega a tener toda la información, y por eso siguen diciendo que está desaparecida, pero la cuestión es que ella no quiere estar aquí—, me explicó Stef Arreaga. También me contó que Eva nunca ha recibido la pensión que le corresponde.

Otra sobreviviente “desaparecida” es Estefani de 19 años. Fue activada una alerta Isabel Claudina #2021-461 en su búsqueda el 4 de marzo de 2021. Estefani es una de las sobrevivientes que cuenta con cicatrices más visibles en su cuerpo por las llamas del incendio. Fue atendida en Estados Unidos de forma especializada por las graves heridas junto a 8 niñas más.

Flor Gálvez, abogada en la Asociación Alianza, me contó de su desaparición. 

—Solo sé que activaron la alerta Isabel Claudina, pero tiene una historia muy compleja. Estaba con el papá, pero él es parte del problema—, me dijo, pero esa es la única información que ella tiene. Consulté desde febrero hasta septiembre sobre ella a distintas fuentes, pero nadie sabía nada. Según el Ministerio Público, la alerta fue desactivada el 2 de abril, porque en ocasiones las mujeres localizadas indican que no se les informe a ciertas personas de su localización por protección, entonces se respeta esa decisión.

Estefani es una de las sobrevivientes que fue atendida en Estados Unidos después del incendio. Los primeros días después de ello, sus familiares pensaron que estaba muerta, pues el cuerpo de otra de sus compañeras había sido confundido con el de ella.

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Kimberly, una de las sobrevivientes del Hogar Seguro, quien fue madre hace ocho meses, explicó en su entrevista que quiere ser una buena madre, y que es lo mejor que le ha pasado en la vida. (Foto: Jovanna García)

El impacto psicológico ha sido muy fuerte en todas las sobrevivientes y cada una lo asume desde su individulidad. Durante la conversación con Kimberly, en Huehuetenango, su esposo me explicó que ha podido identificar que lo sucedido en el Hogar Seguro, siempre está presente y aparece de repente en las pláticas. “Conforme ha ido pasando el tiempo, ella recuerda más cosas. Día a día salen a la luz más cosas. El dinero que a ellas les dan, no les va a compensar lo que pasó”, dice.

Pero Kimberly ve su vida como una ventana de posibilidades de hacer cosas, de crecer, de aprender, de estudiar y sacar adelante a su familia. Le decían que si quedaba embarazada a tan corta edad, lo iba a perder todo. Pero ella cree que no ha perdido nada. Ve esta etapa de la maternidad, como un nuevo camino en medio de todo lo que ha vivido. Está segura de que va bien con su esposo y que juntos lograrán hacer mucho, cumplir metas por los dos, por los tres.

—Quiero ser una buena mamá, quiero que ella crezca bien y con iniciativas—, explica. —Desde que escuché el primer latido de su corazoncito, fue lo mejor. Cuando escuché su primer llanto, fue lo mejor. Me puse a llorar de felicidad. Ella me ha alegrado la vida. Si algo le pasara a mi hija, me muero. Doy gracias por ella, quizá no era el momento para tener hijos, pero doy gracias—, narra con ternura.

Esta es la recopilación más aproximada que pude hacer sobre el estado actual de las 15 sobrevivientes y su vida adulta. 15 jóvenes que viven en distintos territorios, que no eran amigas dentro del Hogar, que no estaban allí por las mismas razones, pero que hoy, en medio de diversos sueños, metas y aspiraciones, comparten haber estado en el mismo sitio, a la misma hora y en las mismas circunstancias que marcaron sus vidas para siempre.

Todas cuentan detalles y tienen preguntas que dejan pensando por qué no hay una sentencia aún, si las pruebas y testimonios están. La mayoría eran niñas cuando sucedió el incendio, hoy son mujeres adultas, madres, trabajadoras, próximas estudiantes de universidad, emprendedoras. No escapan de ser identificadas como sobrevivientes, pero reivindican sus vidas a través de la transformación, superación, el perdón y la búsqueda justicia.