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Cadejo blanco, un caribe feroz

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La película Cadejo blanco se estrenó el pasado 19 de mayo en cines guatemaltecos. La cinta, ganadora en 2021 de los premios Ícaro en las categorías de Mejor Largometraje, Fotografía y Montaje es un thriller que transcurre en la costa caribeña de Guatemala. Pandillas, narcos locales y el relato de sobrevivencia de una joven en busca de su hermana dan forma al filme


La historia de una búsqueda; una historia de venganza; un thriller donde el amor filial y la cara más violenta del caribe guatemalteco se dan la mano. Eso es Cadejo blanco, el segundo largometraje del director estadounidense Justin Lerner. La protagonista es Sarita, una joven que viaja de la Ciudad de Guatemala a Puerto Barrios, Izabal, en busca de su hermana desaparecida. Es una historia de pandillas, un thriller en donde veremos a Sarita sumergirse en el submundo criminal de Puerto Barrios a un ritmo que mantiene una tensión constante.

Es también una buena excusa para hablar de violencias y su representación en la pantalla grande, pero antes un pequeño contexto para entender de dónde viene esta cinta.

Su director, Lerner, es desde 2015 profesor visitante de la Escuela de Cine y Artes Visuales de la Universidad Francisco Marroquín. Durante la premier de la cinta, Lerner, quien también es el guionista, relató que la idea para el filme surgió en 2016 cuando un estudiante lo invitó a viajar a Puerto Barrios, las historias de violencia que escuchó en ese viaje y las impresiones sobre esa ciudad costera lo invitaron a escribir el guion. Buscó apoyos locales y extranjeros para producir la cinta. El resultado es Cadejo blanco, un thriller que sin dejar de tener un espíritu de cine independiente logra ser también una cinta disfrutable.

La película fue rodada poco antes del inicio de la pandemia en 2020 y reúne tanto a actores profesionales como no profesionales. Junto a los actores probablemente Puerto Barrios es el otro protagonista de este filme.

Al ambientarse en esta ciudad caribeña, inevitablemente recuerdo una crónica del colega Oswaldo Hernández, del año 2014: “Puerto Barrios, calor, húmedo, 36 grados. Una ciudad-puerto en el nororiente de Guatemala que recibe a los visitantes con el rojo, verde, azul, rosa, amarillo y gris. Son los colores de las tumbas del cementerio que se ubica en la entrada de este municipio que desde hace tres años, según cifras de la Policía Nacional Civil (PNC), se ha colocado en el puesto número uno de violencia homicida en Guatemala. La muerte te recibe en Puerto Barrios”.

—Lo que ya no cabe acá son los muertos. 

Decía en ese texto César Barrera el enterrador del cementerio quien enterraba entre seis y ocho asesinados al mes. Mientras recorría las tumbas multicolores César  “explica fechas y nombres, recuerda robos, ajustes de cuentas, balas, apuñalamientos y también descuartizados”.  

En la misma crónica se formulaba la interrogante:

“—¿Por qué se mata en Puerto Barrios? —pregunto a César en este punto final del cementerio.

—Por la droga. Por las bandas de contrabando. Porque somos un puerto, una frontera. Porque alguien le debe algo a alguien. Por los pocos ricos y los muchos pobres. Porque también hay que defenderse —teoriza.”

De enero a marzo de 2022 hay al menos 17 homicidios registrados en el municipio de Puerto Barrios. ¿Cuántos habrán sido resueltos?

Este es el escenario en el que transcurre Cadejo blanco. Su protagonista es Sarita, interpretada por Karen Martínez, actriz que se dio a conocer en la cinta mexicana La Jaula de Oro (2014) sobre un grupo de adolescentes migrantes centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos cruzando México; la acompaña también Brandon López, ganador del Premio Ariel al mejor actor, también por la Jaula de Oro; actores no profesionales como Rudy Rodriguez, originario de Izabal; y otros intérpretes ya conocidos del cine local como Juan Pablo Olyslager.

Foto Cadejo Blanco

Como buen thriller, gran parte de la atención de la cinta se centra en el personaje protagonista, Sarita, y su lucha por sobrevivir a un entorno hostil. Jóvenes pandilleros, hombres, mujeres, adolescentes, niños conviven en este Puerto Barrios opresivo y de coloridas noches de fiesta.

La cinta pide la concesión de algunas licencias en su guion para introducir a Sarita al submundo criminal del caribe guatemalteco, y es probable que allí resida el punto más débil del filme. En cambio destaca con una edición que mantiene la tensión, o la baja para presentarnos y ahondar en un personaje, y que junto a una fotografía de calidad brinda algunos de los mejores momentos de la película.

La edición del filme estuvo a cargo de César Díaz, cineasta de origen guatemalteco que también estuvo a cargo de la edición de la cinta Ixcanul, dirigida por Jayro Bustamante. Díaz también ha sido reconocido con la Cámara de Oro en el Festival de Cannes en 2019 por su primer largometraje Nuestras madres. Mientras que la cinematografía fue realizada por Roman Kasseroller, director de fotografía de origen austriaco que junto al director apuesta en ocasiones por recursos del “cinéma vérité” como la cámara en mano para seguir a un personaje desde sus espaldas. Y que junto a una edición y dirección cuidada retienen y conducen la atención del espectador a la interpretación de los personajes.

En todo caso, los recursos de la cinta están orientados a contar el viaje, emocional y físico, de Sarita a un mundo de violencia que no es para nada ajeno a ella. Para lograrlo la pieza clave está en la interpretación que la actriz Karen Martínez hace de su personaje. La ferocidad, ternura, sensualidad, temor y esperanza desfilan por su piel en diferentes momentos de la película. Si creemos y sentimos a Sarita, y el trabajo de Martínez lo hace posible, podemos entrar en la película y pasar por alto algunos elementos forzados del guion.

Entre los actores no profesionales destaca Rudy Rodriguez, interpretando a Andrés, un joven involucrado en la desaparición de la hermana de Sarita y cuya violencia, y vulnerabilidad, nos permiten echarle una mirada a ese caribe feroz que nos plantea la cinta.

Y es en este punto dónde la película puede generar alguna controversia local, las viejas consignas: “se utiliza la violencia como entretenimiento” y “se explota la pobreza, el sufrimiento para vender entradas” pueden fácilmente surgir, pero no creo que sean aplicables a esta cinta. Sin buscar ser un alegato político, Cadejo Blanco, nos cuenta un relato de sobrevivencia que nos resulta terriblemente real en su contexto, un país violento engendra violencia. Y la representación de la misma en el cine que se produce localmente no hace más, en este caso, que representarla en una forma artística y de entretenimiento.

El tráiler: