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Anotaciones de Javier Payeras de “Tiempos recios”

7 min. de lectura

Javier Payeras terminó de leer “Tiempos recios” el 20 de octubre, el Día de la Revolución. El tono del día acompañaba, según las palabras del escritor guatemalteco, el gusto gris que le ha dejado la útima novela de Mario Vargas Llosa.


Página 353, agradecimientos. Cierro el libro y me quedo con muchas cosas en la cabeza. Son las once de la mañana de un 20 de octubre, Día de la Revolución, y no ha parado de llover sobre Guatemala. El tono del día acompaña el gusto gris que me ha dejado la novela Tiempos recios del muy celebrado Mario Vargas Llosa. Pongo la correa a Pepe, mi compañerito, y salimos a caminar como cada domingo. Pero en lugar de nuestra ruta habitual de dar vueltas por el Cerrito del Carmen, decido subir seis calles para ver la manifestación que se concentra en la Plaza de la Constitución para conmemorar la efeméride.

Pepe va meando cada esquina, lo que hace que avancemos muy despacio. Está pringando (como se dice en Guatemala cuando llovizna) y amenaza con otro aguacero. Al llegar a la plaza sólo encuentro algunos conocidos dispersos, un amigo que tiene una carretilla de ceviches ambulante, una excompañera de la universidad, algunos conocidos que son miembros de un colectivo de hijos de desaparecidos. Pepe se asusta con el ruido que hacen las bocinas desde un pequeño escenario montado frente al Palacio Nacional, es el soundtrack de la música de protesta de hace cincuenta años, es la que acompaña cada manifestación desde que tengo memoria.

¿Tengo memoria? Sí, sí que la tengo. La novela Tiempos recios llegó a mis manos al siguiente día de su lanzamiento. Supe de ésta hace dos años cuando una foto en Twitter mostraba a Vargas Llosa visitando la casa de la cultura de un municipio que está en el oriente del país. El revuelo que causó la visita del premio Nobel en un espacio tan modesto, generó un par de días de discusión en la red más recalcitrante que existe. El escritor peruano tiene tantos seguidores como detractores y dudo que alguien, en ambos extremos, lo lea realmente. Para mí se trata de un autor que había dejado muy atrás, “La ciudad y los perros”,  “Conversación en La Catedral”, “La fiesta del Chivo”, leí un par más que no recuerdo. Me acerqué a la novela con curiosidad, no todos los días un escritor tan conocido se ocupa de un país tan invisible como Guatemala y mucho menos para hablar del presidente Jacobo Árbenz Guzmán y a eso queda sumarle la perspectiva provocadora de un autor que lleva encima el marbete de ser un neo liberal mediático o una suerte de Julio Iglesias de las letras latinoamericanas.

Los días de un largo feriado me sirvieron para avanzar sin detenerme. Efectivamente se trata de una novela y no de un documento histórico. Una prosa clara y protegida de cualquier diletancia del castellano. La novela decimonónica en su más estricta forma. Una muy bien pensada construcción de personajes, acciones, técnicas y cronologías, en la transpiración de capítulos a veces muy largos y otras veces demasiado cortos. Un escenario completamente reconocible para los guatemaltecos de la ciudad. Una docena de nombres que están grabados en la memoria de nuestros padres y abuelos. Las fechas que descansan como referencia de la desgracia nacional y los particulares sucesos que rodearon la conspiración que hizo retroceder a este triste trópico de nuevo al tiempo de las cavernas.

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Mario Vargas Llosa – Abertura Fronteiras do Pensamento Porto Alegre 2016″, por fronteirasweb is licensed under CC

Entre el sudoroso potentado de los bananos en el mundo, Sam Zemurray, y el atildado publicista Edward L. Bernays, construyen la más efectiva máquina de propaganda anticomunista en América Latina. Tan poderosa fue, que puso en la lupa a un pequeño país verde que no significaba mucho para ninguna potencia antes de aquellos aciagos días, cuando la ira de Estados Unidos se descargó con sus aviones bombarderos y obligaron a la renuncia del último gobierno digno que tuvimos los guatemaltecos. La novela es una muy lograda ficción que tiene como tema principal la manera en que la ignorancia, el fanatismo y la estupidez abren la brecha de la destrucción. Aquello que sin más ni más corroe la  moral de los países que buscan salir adelante por su propia determinación. La vesánica y anormal avaricia de las élites locales que pelean para que ni un solo centavo de sus ganancias se pierda para mejorar la vida de aquellos a quienes explotan. El conglomerado de dictadorcillos que pasan décadas acribillando opositores y metiendo la religión de la ignorancia en sus feudos para que su tristeza continúe por los días de los días luego de sus muertes. O los héroes siempre traicionados en nuestras latitudes, y que encontramos en ese mismo punto fijo de las fotos en blanco y negro, dando discursos que hacen llorar a nuestro abuelos y que se entremezclan con la música más melancólica  o el trago de ron o el giro de la mirada hacia una ventana próxima antes de que nos digan “Si hubieran dejado a Árbenz, otro hubiera sido nuestro destino, gringos hijos de la gran puta”.

Mientras en Guatemala siguen saliendo comentarios a la novela yo redacto esta reseña que le prometí a mi bien querido Antonio Jiménez Morato. Localmente las reacciones han sido diversas, la derecha opinionista “es verdad nos equivocamos” o “Vargas Llosa hizo una ficción bien hecha, pero ficción”. Los más radicales de izquierdas ni siquiera la abren para no tener que verse en la obligación de enmendar con sus fuentes profundamente documentadas y atesoradas lo que este infame escritor liberal pueda decir del amado Árbenz. Lástima porque ambos extremos se ayudan mucho, pienso que esta es una novela escrita para los no convencidos, para los que vienen.

Como en toda ficción contemporánea, a Tiempos recios le sobran páginas. Puede en momentos hacerse bastante cursi, hay lugares comunes que en el relato se les ve con más benevolencia que en la buena poesía. En algunos personajes se les pasa la sazón de buenos o de malos o de ingenuos. Otras veces alcanza una fluidez increíble como sucede en la parte final del relato, no daré spoilers, aunque, ¿qué más anticipos que los que da la historia de nuestro derrocado héroe?: Érase un bonito país medieval que en el siglo XX tuvo una revolución, la gente comenzó a vivir como gente, pero llegó Estados Unidos apoyándose en la codiciosa élite local y lo sacaron a balazos (punto). Triste y emocional este comentario, pero qué le voy a hacer.

¿Qué puedo aportar a lo que ya se ha dicho y se dirá sobre Tiempos recios? Es una novela muy inquietante, escrita desde un interés genuino por traer a la literatura una historia que no concluye en nuestros países. Al terminar este comentario está la policía chilena disparando a estudiantes que defienden sus derechos y están miles de hondureños dándole la espalda a su narcopresidente. En Guatemala pues, más mediocridad, más vacío cada día… y quizá esa tristeza anormal sea el material creativo más grande del que estamos hechos los guatemaltecos y del que nos toca hablar para que nuestra voz no se confunda con la del resto del mundo.