22 min. de lectura

Compartir

El Choconal, un cierre para 22 años de basura de Antigua Guatemala

22 min. de lectura

El Choconal en La Antigua Guatemala es el primer vertedero de Guatemala en obtener una licencia para realizar un cierre técnico. Una medida para solucionar, en una pequeña parte, la generación de toneladas y toneladas de basura que se producen a diario en el país.

Esta es la tercera crónica del especial La vida secreta de la basura.

“Aquí estamos, caminando sobre 22 años de basura. Hay desechos de todo aquel que ha pasado por la Antigua Guatemala alguna vez y ha ido a un restaurante, se ha tomado un atol, o un helado en la calle”, me explica Gabriel Paniagua, director de la Dirección de Gestión Ambiental (DIGAM) de la Municipalidad de la Antigua Guatemala. 

El día nublado impide ver los dos volcanes que custodian la finca municipal Florencia, en cuyas hondonadas se asienta el vertedero El Choconal, con sus cinco plataformas verticales que forman una montaña de basura compactada que abarcan casi cuatro manzanas y que contrasta con los verdes y azules de alrededor, con los cerros llenos de árboles y vida silvestre.

A pesar de los trabajos de la maquinaria que cubre los desechos, es imposible no ver los plásticos de colores, las palanganas, las llantas y los zopilotes merodeando y buscando comida. El basurero no huele tan fuerte cómo otros vertederos a cielo abierto, como Estrellas del Sur, en Escuintla, pero en los lugares donde los desechos están “frescos” a ratos se siente ese olor a muerte y putrefacción. Hay canales en las orillas de las plataformas en los que se cuela un líquido oscuro y turbio que va a dar a una laguna de lixiviados.  Chimeneas azules de metales, escupen gases del centro de esa pila de desechos.

El Choconal se encuentra a doce kilómetros del centro Antigua Guatemala,  la ciudad Patrimonio Mundial de la UNESCO. Es un lugar solitario que crece y se modifica a diario al recibir entre 50 y 70 toneladas de desechos sólidos provenientes de 22 camiones de La Antigua y sus aldeas. 

Pero a este lugar le queda poco tiempo de vida. En estos días a las montañas de basura, se suma la maquinaria pesada y albañiles, que construyen una garita de entrada y una cerca perimetral como parte de las obras de cierre del basurero. 

El Choconal es el primer vertedero en Guatemala que dejará de funcionar con un cierre técnico que implica obras de ingeniería. Una medida para solucionar, en una pequeña parte, la generación de toneladas y toneladas de basura que se producen a diario en el país con un fuerte impacto sobre los animales, plantas y reservas de agua, entre otros recursos. 

Entre 50 y 70 toneladas diarias de desechos sólidos llegan a este basurero, el primero del país en obtener un permiso para cierre técnico. (Foto: Oliver de Ros)

El camino de los desechos 

En promedio, cada persona en Guatemala produce una libra de basura al día. Eso sí, no toda la basura es igual y no todos producimos la misma cantidad. 

Sabemos que las personas con mayores niveles de pobreza en Latinoamérica son las que menos residuos sólidos generan. También que la mayoría de los residuos que se reciclan en Guatemala son aluminio, plástico, papel, cartón, chatarra, bronce y vidrio.

Ahora bien, ¿qué pasa con la basura en Guatemala? La mayor parte arde.  Según el último censo que se realizó en el país, la gente quema una buena parte de la basura que genera: el 42.8%. Pero muy de cerca, con un porcentaje parecido, el 41.9% de la basura se recoge, a través de un servicio de recolección municipal o privado. 

Podría parecer un dato esperanzador: casi la mitad de los residuos se recolectan. Pero la realidad es que la mayoría tiene un único destino: terminar en alguno de los 69 vertederos a cielo abierto, 10 rellenos controlados, 15 rellenos sanitarios  o en los 10 mil tiraderos ilegales o clandestinos que empañan los paisajes del país.

Para evitar que la basura se siga amontonando, en la mayor parte de los casos sin ningún control, a lo largo del país, en agosto de 2021 el Gobierno aprobó el Reglamento para la Gestión Integral de los Residuos y Desechos Sólidos Comunes. Se trata de  la primera normativa en Guatemala que regula la recolección, el traslado, tratamiento y disposición final de los residuos. 

Este reglamento establece normas sanitarias y ambientales para evitar la contaminación que daña los ecosistemas y las fuentes hídricas. Entre las normas, da 24 meses de plazo para que individuos e instituciones hagan una primera separación de los desechos en orgánicos e inorgánicos. También establece dos años  para que las municipalidades acaten y pongan en práctica una serie de disposiciones ambientales y sanitarias para el tratamiento adecuado de estos desechos. De no acatar pueden recibir sanciones y multas. 

Según el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, MARN, de los 340 municipios de Guatemala, menos de un tercio (28.5%) tiene algún tipo de plan de manejo de desechos. Y en el año 2016, solo 43 municipios del país (un 13%)  respondieron tener un plan de manejo para la gestión de sus desechos. Uno de estos lugares es el Choconal, en Antigua Guatemala que, a día de hoy, se constituye como uno de los pocos ejemplos en Guatemala sobre cómo gestionar los residuos correctamente. 

Una joven recicladora descansa de su jornada laboral y se refugia del fuerte sol de medio día. Para juntar un costal de latas debe trabajar más de ocho horas diarias. (Foto: Oliver de Ros)

Dos décadas de desorden 

El Choconal comenzó a funcionar en el año 2000, durante la gestión municipal de Víctor Hugo del Pozo, el actual Alcalde. Entonces, en Guatemala, los basureros eran hoyos que se iban llenando, incendiando, y tapando. 

“Este sitio de disposición final era un basurero común y corriente”, dice César Masella, uno de los ingenieros ambientales que ha trabajado en este y otros vertederos, como el de AMSA, Cobán y Panajachel. “En 2013 empecé a asesorar a la municipalidad y con diversos esfuerzos económicos y técnicos se logró recuperar el basurero”, explica Masella. 

Los basureros, o  lugares de “disposición final” de los desechos, tienen varias categorías dependiendo de la regulación y planeación. El primer escalafón son los vertederos a cielo abierto, sin ningún manejo ni planeación. Después pasan a llamarse vertederos por enterramiento, que implica maquinaria y material de cobertura; el siguiente nombre, según su mitigación del impacto ambiental, son los vertederos controlados, que ya cuentan con planificación, estudios y operaciones diarias. Y, finalmente, los rellenos sanitarios. Estos últimos son los  que cumplen con todas las normas nacionales e internacionales para evitar impactos ambientales. 

De 2013 a 2020, El Choconal pasó de ser un vertedero a cielo abierto a un relleno sanitario. 

Para ello, se hizo una intervención técnica y tomaron medidas “de mitigación y expansión vertical”: se compactaron los residuos y se cubrieron con tierra para evitar la contaminación y la proliferación de los insectos, bacterias y animales que transmiten infecciones, los llamados vectores. 

Entre 17 y 19 camiones de basura entran diariamente a El Choconal. (Foto: Oliver de Ros)

Los trabajos de compactación de la basura han logrado ampliar la vida del basurero, aunque la municipalidad solicitó su cierre desde el 2017. “Fue un proceso muy agotador porque fueron cinco años para que ellos (Ministerio de Medio Ambiente) pudieran aprobarlo” explica Masella. 

Para obtener el permiso, se deben realizar una serie de Estudios de Impacto Ambiental y cumplir con los Términos de Referencia que da y aprueba el Ministerio de Medio Ambiente. “Hoy es el primer vertedero en Guatemala que está teniendo un cierre técnico con obras de ingeniería”, cuenta Masella. 

Ampliar la vida del basurero, siguiendo todos los protocolos, no fue un trabajo sencillo. Para ello debieron de construir cunetas, cajas de sedimentación, chimeneas para que se ventilen los gases (disipadores de energía) y lagunas para recoger los líquidos que emanan la descomposición de basura (lixiviados). Sembraron pastos y hierbas para estabilizar los taludes y evitar deslizamientos.  

La alcaldía realizó los estudios solicitados: topográficos, hidrogeológicos, geotécnicos y de biogás. 

En este proceso descubrieron que, aunque no fue planeado, afortunadamente El Choconal se había construido sobre un manto rocoso de 100 metros de espesor que actuó todos estos años como una especie de filtro natural, que evitó que se contaminara el manto acuífero que circula por el subsuelo.

“El manejo de los desechos es costoso y es complicado” comenta Vinicio Méndez, guardián y testigo de la vida secreta de la basura en El Choconal.  

En 2020, el presupuesto para manejar este sitio fue de casi Q1 millón (Q.934,317.00), aunque para diciembre de ese año solo se había ejecutado poco más de la mitad  (Q.520,692.00),  según el Sistema Nacional de Ejecución Pública. Y, para este 2022, se asignó Q.753,405.00 asignado para mejoramiento, infraestructura y tratamiento de desechos sólidos de El Choconal.

“La gente piensa: Eso ya es basura, salió de mi casa, se terminó todo. Pero hay que darle un buen manejo, pensando en el futuro y en la ecología. Este sitio ya no tendría que tener tiempo de vida, aquí estimamos dos meses más de basura”, asegura Méndez. “Estamos esperando la habilitación de un nuevo sitio”. 

Vinicio Méndez, es el guardián de El Choconal, testigo de la vida secreta de la basura y encargado de velar por el orden. (Foto: Oliver de Ros)

Un relleno sanitario con todas las de la ley

Este nuevo relleno sanitario está ubicado también en Finca Florencia, en las mismas hondonadas de El Choconal. Se decidió hacer así, a un lado del basurero original, para no impactar nuevos lugares. 

Son trece mil metros cuadrados (unas dos manzanas), que  los ingenieros estiman que aguantará entre tres y cuatro años más de desechos.  Está diseñado con la infraestructura y las obras de ingeniería necesarias para mitigar los impactos ambientales y evitar la contaminación de aire y agua. 

Tiene de fondo una geomembrana impermeable, drenajes y lagunas que evitan que los mantos hídricos se contaminen con los lixiviados, chimeneas que ventilan y filtran los gases tóxicos.  

En noviembre de 2021, según el Portal de Guatecompras,  se adjudicaron casi tres millones de quetzales (Q.2,862,000.00) para la construcción, infraestructura y tratamiento de desechos sólidos del nuevo relleno sanitario. 

“Esta es una medida paliativa, mientras que la Municipalidad y el Concejo de Antigua decida una solución a largo plazo” comenta Santiago Sicay quien, junto a Gabriel Paniagua y César Masalla, ha trabajado en distintas épocas para crear un sistema  para gestionar la basura, conocida como Estrategia Municipal de Gestión Integral de Residuos Sólidos(GIRS).  

Este plan, impulsado por la  Dirección de Gestión Ambiental (DIGAM) de La Antigua, parte de la pregunta  ¿Cómo hacer para reducir la cantidad de residuos que llegan al sitio de disposición final? 

Cuatro ejes

Una buena gestión integral de desechos se basa en cuatro ejes : el barrido, la recolección, el tratamiento y disposición final.  

El barrido se refiere al ornato: mantener limpias las aldeas y las calles. Para ello, cada día 48 barrenderos recogen unas 8.3 toneladas de basura de las plazas y parques de la ciudad colonial. 

Comienzan al alba, recorriendo calles y avenidas con un palo de escoba con punta y un costal; recogen desde cajetillas de cigarros, mascarillas, envases de cerveza, servilletas, vasos de duroport y mucho plástico. Algunos de estos recogedores llevan mochilas en dónde guardan las latas y otros desechos valorizables. 

Para este servicio, hay presupuestados Q110 mil en 2022, cuyos gastos se comparten entre la municipalidad y Nuestra Antigua Limpia (financiado por la Fundación Panchoy).

El segundo paso, la recolección, está a cargo de siete camiones municipales (que recogen gratis en las aldeas) con un presupuesto de 450 mil quetzales mensuales.

Los camiones recorren la ciudad colonial a cualquier hora del día con su equipo de “patojos” que se bajan saltando del camión para cargar bolsas, costales y cajas, mientras también van separando algunos desechos para revender más tarde. A menudo pueden verse varios camiones pasando por la misma calle a la misma hora, duplicando rutas, como si de paseos turísticos se tratara. 

En abril de este 2020, la Municipalidad de Antigua aprobó en Concejo un rediseño de rutas y de horarios de recolección para hacerlas más eficientes. También se creó una calcomanía para las casas que dice “Yo pago mi extracción de basura”. Se les dio equipo (guantes, y chalecos reflectivos) que usaron solo durante unos meses. 

También hay 22 camiones privados (empresas que cobran Q50 semanales por ofrecer este servicio).  La empresa privada de recolección de basura es un negocio familiar con dueños en Jocotenango y Antigua, que lleva 60 años de trasladar la basura de los antigüeños. Solo el chofer recibe sueldo. Los ayudantes que van atrás del camión no reciben salario, ni tienen equipo ni condiciones dignas de trabajo. Ajustan su sueldo con lo que juntan en grandes costales de cartón, lata, vidrio, chatarra y plástico. 

Entre los camiones de la municipalidad y los privados, recopilan aproximadamente 61.4 toneladas diarias de desechos.  

En el Centro de Transferencia municipal de Antigua Guatemala se recuperan 1.15 toneladas de valorizables, cartón, aluminio o papel,  diarios. (Foto: Oliver de Ros)

Reducir, compostar

Estos camiones hacen una parada en un Centro de Transferencia municipal en el mercado de la Antigua, habilitado por la municipalidad para minimizar los residuos que llegan al vertedero. En este Centro, un grupo de guajeros separa los materiales que pueden reciclarse. Es un sitio techado y cuenta con una infraestructura mínima como un baño, una mesa y celdas para recuperar los materiales; significa un paso en la dignificación de las y los recicladores.  

Un paso pequeño, porque el lugar sigue siendo un botadero con mal olor y desordenado. Cada día los camiones voltean los desechos y tres o cuatro recicladores escarban a mano o con un palo, rompiendo bolsas, agachándose, recuperando algunas cosas, probándose ropa o gorras rápidamente, descartando, clasificando. 

La rapidez con que suelen reconocer lo que es valorizable y lo que  no, es digna de profesionales. Con una mirada saben distinguir el cobre del aluminio, el plástico reciclable del que no vale nada, la comida que aún sirve para los humanos y la que ya solo los pollos se comerían. 

“Aquí se recuperan 1.15 toneladas de valorizables (cartón, aluminio o papel) diarios, mientras que en El Choconal, solo 0.43 toneladas. No es ni media tonelada de las 60 o 70 que ingresan diariamente”, dice Paniagua. 

En el Centro de Transferencia municipal habilitado por la municipalidad para minimizar los residuos que llegan al vertedero. En este Centro, un grupo de guajeros separa los materiales que pueden reciclarse. (Foto: Oliver de Ros)

La basura unida jamás será vencida

Los recicladores separan a mano los desechos biodegradables del mercado, y de las plazas y los envían a la finca municipal Florencia, en un espacio al aire libre en donde el DIGAM ha comenzado a tratarlos con apoyo de dos estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala, quienes hacen sus prácticas en la Muni de Antigua. 

Carlos José Villalta y su compañero de estudios, realizan cinco tipos de abono para recomendar el mejor a la Muni.  La idea, dice Villalta, es que en lugar de ir a parar a El Choconal, estos desechos orgánicos se conviertan en compost, que se utilizaría en las plazas, los parques y jardines del municipio. 

Según el análisis de Villata, con este método se reduciría hasta en un  70% de los residuos orgánicos: las cáscaras de frutas, verduras podridas, hojarasca de parques y jardínes que llegan al vertedero.

“La última caracterización de 2022 nos dice que en la basura de Antigua hay un 15% de valorizables, un 45% de orgánico y un 40% que irá a la disposición final.  Entonces hay mucho material que aún podría rescatarse”, explica Paniagua, y me muestra como ejemplo una lata de leche en polvo ya corroída por óxido, un galón de agua desteñido por el sol, y botellas de plástico rellenas de más plástico, que no fueron recuperadas para reciclar por el estado en que se encontraban.

Estudiantes de la USAC miden la temperatura de los desechos orgánicos que se convertirán en compost. Este se utilizaría en las plazas, los parques y jardines del municipio. (Foto: Oliver de Ros)

Las y los recicladores y su papel

Mientras un grupo de recicladores trabaja con un poco de mejores condiciones en el Centro de Transferencia del mercado, en el Choconal hay muy poca presencia de recicladores informales. Los recicladores se dedican a recuperar material de la basura como aluminio, plástico, papel, cartón, chatarra, bronce y vidrio. Le dan nueva vida a los desechos al reincorporarlos a los ciclos de reciclaje, alargando así la vida de los basureros. 

Un informe del Banco Mundial indica que los desechos municipales en todo el mundo podrían aumentar hasta en un 70% en los próximos años. Según este estudio, cuando los residuos no son bien recogidos ni eliminados correctamente, tienen impactos en la salud y el medio ambiente. Y estos costos son mayores que poner en funcionamiento sistemas adecuados y sencillos de gestión de desechos. 

Sin embargo, desde los cambios en El Choconal, el trabajo de los recicladores se ha visto afectado. 

Las recicladoras que hoy esperan uno de los camiones en el basurero de El Choconal se quejan de que casi no tienen material para vender.  Las personas que llegan en los camiones a dejar la basura separan los residuos desde el camión y se quedan con lo mejor, dicen.  Méndez considera que “se puede hacer un convenio final con ellos para un manejo de residuos sólidos, que tengan un área para separar y una labor más dignificada. Ellos son mano de obra calificada para toda la cuestión de residuos”. 

Regularmente, las recicladoras se dedican a recuperar material de la basura, como aluminio, plástico, papel, cartón, chatarra, bronce y vidrio. (Foto: Oliver de Ros)

La iniciativa regional para el reciclaje inclusivo, en su documento Género y Reciclaje, Herramientas para el Diseño e Implementación de Proyectos, considera que hay ventajas de la participación de recicladores informales en la gestión de residuos en el ámbito económico, ambiental y social: 

“Contribuyen significativamente a la creación de nuevas fuentes de trabajo, al ahorro en la energía necesaria para los procesos de producción de bienes, a la prolongación de la vida útil de los sitios de disposición final de residuos y a la disminución del efecto invernadero mediante la valorización de residuos que son transformados en materias primas”, indica este documento.

Por esta razón, Livia Madrid, recicladora de la Antigua Guatemala, y Síndico Primero de la Asociación de Recicladores Adehuma, “1 de marzo”, se encuentra en pláticas y reuniones con las otras guajeras de El Choconal para motivarlas a organizarse en cooperativas o asociaciones. 

Paniagua, asegura que el DIGAM busca mejorar las condiciones de los recicladores: “Queremos lograr que se asocien, ya sea en una cooperativa o en una asociación y se conviertan en microempresarios.”.

La estrategia municipal del DIGAM tiene entre sus objetivos crear un Parque Industrial de Economía Circular, también en la Finca Florencia. El espacio contaría con comedor, guardería, huerto y un área de comercialización. 

“La idea sería crear micro cooperativas que se dediquen al reciclaje por comunidades e ir integrando a los recicladores. Todo el material iría en una banda transportadora para mejorar el trabajo de la gente”, explica Paniagua.  El ingeniero considera que todo esto debe ir de la mano de una estrategia social, campañas de sensibilización y talleres para reutilización de materiales que se desperdician. 

Desechos hospitalarios que no deberían llegar a El Choconal se encuentran ahí, esperando fundirse con el ambiente. (Foto: Oliver de Ros)

Las otras soluciones

Desde su cuenta en Instagram, Rocío Marisol Palacios da consejos sobre el reciclaje, ya que considera que la gente debería sacar limpia su basura, por la aplicación de la 164-2021, y para dignificar el papel de los recolectores. “Los desechos deberían ser nuestra responsabilidad. No pensamos un solo segundo en qué pasa con la basura después de que la sacamos a la calle”, cuestiona Palacios, de la Fundación Crecer y el proyecto Haciendo Eco. 

Palacios explica que de esta forma “los materiales reciclados pueden regresar a la cadena productiva”. 

Además, se pregunta cómo articular a las empresas responsables de los materiales que no se pueden reciclar, para darles una gestión adecuada. 

Algunas empresas como la Asociación y Comisión Guatemalteca de plástico (COGUAPLAST) se han acercado a las municipalidades para trabajar en conjunto. 

A mediados de mayo de 2022, realizaron un congreso ambiental donde se presentó el cierre técnico de El Choconal como una de las buenas noticias en la gestión de residuos. Se habló de la economía circular y de la importancia de que la industria se una a la preocupación por el ambiente. 

Uno de los ponentes fue Luis Guillermo Pineda, gerente de INGRUP, una productora de empaques, quien aseguró que están logrando que su empresa tenga una economía cien por ciento circular. 

Pineda explicó que realizaron cambios en el diseño de sus productos para que sean realizados con resinas recicladas y se utilicen procesos sostenibles de fabricación. INGRUP cuenta con una planta en la que trabajan 500 acopiadores directos y aseguran que reciclan 1.6 millones de envases PET. 

Entre 50 y 70 toneladas diarias de desechos sólidos llegan a este basurero, el primero del país en obtener un permiso para cierre técnico. (Foto: Oliver de Ros)

El ingeniero César Masella también es partidario de invertir en tecnología para minimizar los impactos ambientales.  

Masella asegura que con las llantas, el duroport o los envases de cartón se puede elaborar gasolina, por ejemplo. La tecnología para eso ya existe, dice. Pero se necesitan grandes inversiones. 

Según el documento Alternativas de disposición final de residuos sólidos urbanos en Antigua Guatemala; una planta de segregación podría costar Q.7.8 millones;  un relleno sanitario Q.31 millones; la incineración unos Q.234 millones; la pirólisis Q.390 millones y la gasificación casi Q.780 millones. 

Mientras tanto, el Acuerdo Gubernativo 164-2021 y su aplicación, ha puesto sobre la mesa el tema de ¿cómo sacamos nuestros desechos?  

Por el momento, separar los materiales que pueden reciclarse, como vidrio, cartón, papel, latas, cobre y plástico, y sacarlos limpios en bolsas separadas, es un paso necesario para asegurarnos que alguno de las y los recicladores puedan recuperarlos fácilmente e incorporarlos de nuevo a los sistemas de producción.

“Si la gente se integrara a las campañas de segregación, podría triplicarse la vida del nuevo vertedero de La Antigua Guatemala”, concluye  Paniagua.

Pero hace falta más: los desechos son un problema que nos atañe a toda la población y que nunca dejan de producirse. Hace falta motivar la economía circular, legislación que premie los productos menos contaminantes y que castigue los que no se pueden reutilizar. Hace falta más consciencia en la población que compra y desecha sin conocer las consecuencias de su consumo; hace falta que las municipalidades inviertan en plantas de tratamiento, en infraestructura adecuada, en caracterizaciones, en mejorar las condiciones laborales de los recicladores y recicladoras. Hace falta que el MARN elimine los basureros clandestinos y sancione a quienes no cumplen las normas.  Hace falta que se respeten las leyes que ya existen de este tema; como el acuerdo gubernativo No.189-2019 que prohíbe el uso y distribución de plástico de un solo uso; como los platos desechables y los recipientes de poliestireno (duroport). 

Hace falta solo un año para que se terminé el plazo que da el Acuerdo Gubernativo 164-2021 antes de que comiencen las sanciones administrativas. El cierre del Choconal es un paso, pero hace falta mucho por hacer. 

La vida secreta de la basura es una serie de tres reportajes escritos por Lucía Escobar que relata la vida y condiciones de los basureros en Guatemala y el día a día de las personas que cada día trabajan en ellos.

Fue publicada en alianza con La Cuerda y se realizó gracias a la beca de producción periodística sobre reciclaje inclusivo entregada por la Fundación Gabo y Latitud R.