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Venezuela en Guatemala

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Desde Venezuela a Ecuador, pasando por la selva del Darién en Panamá, hasta llegar a Guatemala. Para Roger, Estados Unidos todavía está lejos. Pero pensar en su hija de tres años le sostiene el ánimo en este largo y agrio viaje que puede dejar traumas para muchos de los migrantes del Sur de Latinoamérica.

Roger Alonzo Lovera es un joven de 23 años proveniente de Caracas, Venezuela. Llegó al Puesto Migratorio Fronterizo El Florido, que conecta Honduras con Guatemala la mañana del lunes 13 de febrero de 2023, acompañado de su hermano Miguel de 21 años y un amigo colombiano llamado Alejandro, con quienes realizó una larga travesía por los países centroamericanos que inició en Ecuador unas semanas antes con la intención de llegar a Estados Unidos.

Montados en la plataforma de un camión llegaron ese mismo día por la tarde a la ciudad de Guatemala,  donde decidieron separarse para pedir dinero a las personas que transitaban por el Centro Histórico. Su objetivo era claro: evitar a toda costa pasar la noche en la calle. Habían escuchado de boca de otros migrantes venezolanos lo difícil y peligroso que era pernoctar en los alrededores de la Plaza Central, aunque ya habían dormido a la intemperie en otras ciudades en su recorrido. Su viaje hasta el momento había estado marcado por un sin fin de dificultades, y su esperanza era llegar a la Casa del Migrante, donde sabían que solo podrían pasar una noche.

El migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, camina por las calles del centro histórico de la Ciudad de Guatemala en busca de comida y dinero para hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país.
El migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, camina por las calles del centro histórico de la Ciudad de Guatemala en busca de comida y dinero para hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país. Foto/Edwin Bercián

A las seis horas del día siguiente Roger y Miguel se levantaron temprano para desayunar en el lugar que les dio donde dormir; luego debían salir y continuar su camino. Decidieron probar suerte quedándose en la ciudad un día más, con las monedas que lograron juntar la tarde anterior. Compraron una bolsa de dulces para vender en la calle, ese era el único momento en que Roger se separaba de su hermano.

Necesitaban juntar Q90 para quedarse en un cuarto que les habían recomendado cerca del Cerrito del Carmen, la frustración de Roger se hizo notar en horas de la tarde, le dolía la cabeza y el sol de esa hora pegaba fuerte en su rostro. Aún no habían logrado juntar el dinero para evitar dormir en la calle, a pesar del esfuerzo de caminar todo el día por la zona 1 de la ciudad, donde a la fecha, cada día incrementa el paso de migrantes de países del sur como Venezuela.

Cientos de personas pasan diariamente por el Portal del Comercio, un lugar ubicado a un costado de la Plaza Central que por las noches alberga a personas en situación de calle. Lo frío del piso no fue nada en comparación a cómo Roger describe su paso por la selva del Darién, esa noche pasó mucho tiempo para que lograra dormir, preocupado por su hija de tres años a quien había dejado en Ecuador con su esposa, era el motivo por el que se encontraba en esta travesía que le ayudaría a mejorar su situación económica.

El migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, permanece en los alededores de la Plaza central de la Ciudad de Guatemala en busca de comida y dinero para hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país.
El migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, permanece en los alededores de la Plaza central de la Ciudad de Guatemala en busca de comida y dinero para hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país. Foto/Edwin Bercián

A partir de la salida del sol en la mañana siguiente, Roger, su hermano menor y su amigo ya habían llegado a un acuerdo sobre la continuación de su viaje. Tomarían parte del día para buscar comida, juntar dinero en la calle y con eso viajar a la Central de Mayoreo (CENMA), la estación de buses con destino a la frontera de México ubicada en los límites de la ciudad, una ciudad en la que pensó que podría tener un impulso económico para continuar con su sueño de llegar a Estados Unidos y viajar más cómodamente. 

Ante un panorama incierto, la sonrisa de Roger no desapareció, ofrecía dulces y agradecía con devoción a las personas que lo ignoraban y a las que se acercaban a comprar los despedía con “gracias mi hermano” empuñando su mano y llevándola al pecho en muestra de respeto.

De las cosas que han llamado la atención de Roger en su viaje está escuchar música y cantar rap romántico, él sueña con llegar a Estados Unidos y que una disquera lo contrate. La travesía ha hecho que su vínculo con Dios crezca, dice, y desea estudiar para dedicarle sus letras. “A mi me gusta componer, son cosas que no se las cuento a todo el mundo pero es algo que tengo en mi corazón y en mi mente”.

Después de caminar bajo el sol durante el día, el migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, junta dinero vendiendo  dulces en una esquina del centro histórico de la Ciudad de Guatemala y así lograr hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país.
Después de caminar bajo el sol durante el día, el migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, junta dinero vendiendo dulces en una esquina del centro histórico de la Ciudad de Guatemala y así lograr hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país. Foto/Edwin Bercián

La situación en su país, la falta de oportunidades y de empleo son uno de los muchos factores que lo obligó a salir de Venezuela a Ecuador hace dos años, llevando a su esposa e hija con él. Antes de partir trabajaba como guardia de seguridad cuidando una fábrica de papel higiénico, su única herramienta de trabajo era un viejo y oxidado revólver calibre 38 que portaba todos los días en la cintura pero fue despedido tiempo después.

“Para los jóvenes no hay fuentes de empleo, mis padres no pudieron pagarme la universidad, yo con estudio o una profesión dudaría hacer ese viaje, no estaría hablando con usted”.

Cuando llegó a Ecuador el único trabajo que pudo conseguir fue en una pescadería donde estuvo por un tiempo. A principios de 2023 permanecía en las calles limpiando los parabrisas de los carros en los semáforos. El seis de enero salió de Ecuador hacia Colombia, viajó en trailer hasta llegar a la costa de Necoclí, para adentrarse en la selva del Darién iniciando el comienzo de su viaje a bordo de una lancha.

Roger Alonzo reconoce el trauma que le dejó haber cruzado la selva del Darién, una experiencia que según él, no se la desea ni a su peor enemigo. Caminaron por largos senderos de la selva junto a un grupo de haitianos y ecuatorianos, fueron interceptados por siete “indios panameños” como él los denomina, que estaban armados con pistolas y machetes y que los secuestraron, los despojaron de todas sus pertenencias, obligándolos a caminar en un rumbo totalmente desconocido para ellos.

Roger Alonzo Lovera, posa para una fotografía durante su paso por el centro histórico de la Ciudad de Guatemala donde vivió dos días con su hermano y un amigo en un viaje con destino a Estados Unidos.
Roger Alonzo Lovera, posa para una fotografía durante su paso por el centro histórico de la Ciudad de Guatemala donde vivió dos días con su hermano y un amigo en un viaje con destino a Estados Unidos. Foto/Edwin Bercián

“Me dieron un planazo en la espalda con un machete, yo pensé que en cualquier momento nos iban a acribillar, ellos podían hacer lo que les diera la gana pero lo que querían era robarnos”, narra Roger, con voz de alivio de permanecer sentado, contando lo sucedido, sin embargo, reconoce que el insomnio y soñar con muertos es parte de las secuelas que le dejó esa experiencia.

En su camino por la selva, observó una familia de Haitianos que tenían cuatro días muertos y en estado de descomposición dentro de unas carpas. “No le deseo a nadie la selva, nosotros escuchamos cuando se llevaron a dos ecuatorianas y a una venezolana para violarlas, eso fue lo que más me traumó porque escuchaba los gritos desesperados de estas mujeres”.

Días después de cruzar el Darién, algunas organizaciones les brindaron víveres y ropa para continuar su viaje, una mujer le regaló un peluche diciéndole que sería su bendición y desde ese día lo lleva sobre su espalda a donde sea que vaya: “Esto es lo más dulce de este agrio viaje” indicó.

El migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, camina por las calles del centro histórico de la Ciudad de Guatemala en busca de comida y dinero para hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país.
El migrante venezolano Roger Alonzo Lovera, camina por las calles del centro histórico de la Ciudad de Guatemala en busca de comida y dinero para hospedarse en una pensión junto a su hermano y un amigo durante su paso por el país. Foto/Edwin Bercián